jueves, 5 de marzo de 2015

Desde Quibdó hasta Chía y no perder la ida: sobre el olor de la justicia

“En el Chocó nunca utilizaba estos”. –dice Isacio señalando el tenedor y el cuchillo- “Todo eran con cuchara. Hasta la carne”. Se está comiendo una bandeja paisa completa. Huevo, fríjoles, arroz, carne, maduro y chorizo. “Aquí en Bogotá todo es light. La gente come todo chiquito. A veces hasta me toca pedir dos porciones de arroz porque no me alcanza. Eso es lo que extraño de mi casa: la comida, la comida harta”.

A pesar de su apetito, Isacio todavía tiene la contextura de un niño. Tiene 15 años, apenas le está saliendo el bigote y cuando le digo que es un bebé para estar en la universidad, responde: “Tengo edad de bebé, pero no me siento como un bebé”.

En un país donde un violador y asesino de 147 niños anda campante quién sabe por qué calle y quién sabe usando qué nombre, no tenemos idea de qué es la justicia. Podríamos definirla como la goleada de Alemania a Brasil en el mundial del 2014. Ese fresquito que sentimos y nada más. No sabemos cómo se siente, cómo se ve ni cómo se hace. Que nos han contado sobre ella, sí. Y que a veces nos deja rastros que nos obligan a seguir creyendo, también. Igual, estamos convencidos de que aquí todo se lo roban o lo compran, y así nadie tiene lo que se merece.

En los resultados de la Prueba Saber 11, a los estudiantes inscritos en Sisbén versión III antes del 19 de septiembre de 2014, se les notificaba si podían ser beneficiarios del programa del Ministerio de Educación, ‘Ser pilo paga’. Con un aroma de río Atrato, mezclado con viruta de lápiz y con gotas de sudor del partido que se jugó al medio día, el olor de la justicia lo sintieron en alguna parte del barrio Palenque, en Quibdó, cuando la mamá de Isacio, doña Digna, se enteró de que su hijo mayor iba a estudiar una carrera profesional en la universidad que le diera la gana y a ella no le iba a tocar pagar nada.

Lo que vino después fue la fiesta en la casa de la tía.

“Mi familia es muy rumbera”, cuenta mientas sube los puños al nivel de los pectorales, sonríe con discreción y mueve con ritmo un hombro a la vez hacia adelante. “Yo siempre fui el tranquilo, el contemplativo. No el aburrido. No. Pero siempre fui el más callado. Mi hobbie es estudiar. Por eso, cuando mi mamá me iba a regalar un celular Lenovo, le dije que no, que me regalara el pre ICFES. Después, cuando me gané la beca, el colegio me dio un premio: un celular y ahora tengo WhatsApp”.

“Mi papá se murió de cáncer de colon cuando yo tenía 12 años, y creo que fue por corrupción y negligencia del sistema de salud del Chocó, porque no le dieron el tratamiento que necesitaba. Estoy seguro. Vine a Bogotá a estudiar medicina pero no había cupos en los Andes, en la Javeriana ni en el Rosario. La Sabana me dio la posibilidad de empezar Ingeniería Química y cambiarme en julio. Por eso estoy acá… y pues por el campus”. Su sueño es ser médico y ser como Ben Carson. Isacio sabe quién es Ben Carson, Rodolfo Llinás y Raúl Cuero. Nombres que para el promedio son desconocidos y qué vergüenza, pero para él son sus “tres pilares”, sus modelos a seguir, sus médicos favoritos, porque como quien ama el fútbol y a ama a Falcao, Isacio ama la medicina y tiene médicos adorados.

El plan de acción es el siguiente: pasarse a la carrera de medicina en julio, acabarla, especializarse en neurocirugía, conocer al futuro Ministro de Salud mientras tanto, quizás dictar algunas clases en universidades, regresar a Quibdó, contactar al ya amigo Ministro de Salud y pedirle que lo nombre Secretario de Salud del Chocó.  



Todos los viajes son viajes de regreso. Isacio vino a estudiar Medicina en Chía, sólo para poder devolverse siendo doctor a Quibdó algún día.

-Me han entrevistado en muchos lados y todos me preguntan lo mismo que tú.

-Dime entonces algo que no le hayas dicho a nadie.

-Tengo novia. En el Chocó.

-¿Cómo se llama?

-Berta Palacios.

-¿Cuánto llevan?

-Año y medio.

-¿Y estás muy muy enamorado?

-(…) Enamorado.

-¿Van a terminar?

-No sé, porque casi no hablamos.

Porque piensa más rápido de lo que corre, Isacio juega de diez. Volante creador. “Mi jugador favorito en el mundo es Cristiano Ronaldo. Soy del Real Madrid, soy merengue, soy blanco… de corazón”. Porque le toca mantener un promedio superior a 4.0 y porque vive a dos horas y media de La Sabana, (en el barrio Candelaria la Nueva, en Ciudad Bolívar, con los tíos), Isasio ya no tiene tiempo para ver ni jugar fútbol, pero está feliz.

-¿Te dan un subsidio a parte de la beca?

-Cuatro salarios mínimos semestrales.

-¿Y para qué los usas?

-Para transporte, para almorzar.

-¿Te alcanza?

-A veces no tanto, pero entonces Juanjo me invita a almorzar o me completa (señala a Juanjo, que está almorzando con nosotros).

-Hay gente que dice que el programa ‘Ser pilo paga’ no es tan bueno porque a ustedes no les alcanza la plata que les dan para mantenerse.

-¿En serio? Mira, yo no sé desde cuándo soñaba con venir a estudiar a Bogotá y ya estoy acá. Y si no era en Bogotá, era en Medellín o en Manizales, no sé, pero yo iba a estudiar para ser médico. Aunque sí preferiría vivir más cerca, para no desperdiciar horas de estudio en un bus, sé que voy a verme graduado de La Sabana. Pero, ¿Sí ves? Lo que me importa son las horas de estudio, no los cinco mil pesos diarios que me gasto en transporte.

Con Juanjo


Poco a poco, la cuchara se va quedando sola en el plato de la bandeja paisa, que debe estar helada. Isacio es un conversador ejemplar y ha debido ser así siempre. Por eso creo que debe estar acostumbrado a que la comida se le enfríe. En nuestra charla hablamos de los libros que ha leído, del cuatro cero que le metió Alemania a Argentina en el 2010, del computador que le regalaron en la universidad y del libro de pre cálculo que lleva en su maleta de la Selección Colombia. “El conductismo es la peor corriente de la psicología”, dice el Chacho (siempre le han dicho así, aunque asegura que de chacho no tiene nada). “A mí nadie me ha estimulado para que yo responda de la manera en que actúo. Seguro mis padres me inculcaron alguna vez que el estudio era la forma de salir adelante, pero yo solo buscaba los libros o las cosas en internet. Yo estoy acá porque yo quise”.

El Chacho tiene clase a la una. (Son las 12:50)

-Todavía me acuerdo de la primera vez que subí en escaleras eléctricas.

-¿Cuándo fue eso?

-En septiembre.

-¿Dónde estabas?

-En Centro Mayor.

-¿Te gustó?

-Me dio miedo pero me gustó. Ya no volví a usar las escaleras normales para nada.

Existe un dato que no está cuantificado. Un protagonista de esta historia que casi permanece en el anonimato: Juanjo, con quien que no cuenta oficialmente el Ministerio, pero que los becarios como el Chacho se encuentran en clase de matemáticas.

Dejamos al Chacho en la puerta de su salón. Quedamos de programar un paseo a Zipaquirá, porque lo quiere conocer y nunca ha ido más allá de Centro Chía.

-Juanjo, ¿Invitas mucho al Chacho a almorzar?

-No siempre. A veces le completo de a mil y ya. Otras veces lo invito. Cuando nos queremos dar gusto, lo suelo invitar. Si no, almorzamos barato y ya.

-¿Por qué lo invitas?

-Porque es mi amigo.

-¿Crees que alguien más lo querría invitar a almorzar?

-Depende de la persona, pero creo que cualquiera, de verdad.


Las calzonarias

En lo que va del 2015, han muerto 20 niños por desnutrición y falta de agua potable en el Chocó. La Defensoría del Pueblo y la ONU, a través de Todd Howland, han estado atendiendo y denunciando los hechos. Exactamente en quince días, la Corte Constitucional citó a audiencia pública por la crisis de salud en el departamento. Asistirán el procurador General, el ministro de Salud, el contralor General y el superintendente de Salud y, mientras tanto, un borracho con la camisa desabotonada “insulta” a alguien diciéndole que lo va a mandar al Chocó… Ojalá a mí alguien me dijera que me va a mandar al Chocó.


Admitamos de una vez que no muchas cosas van a salir de esa audiencia pública. Si acaso, una foto de Alejandro Ordoñez en calzonarias. Admitamos que desilusionarse de este país es muy fácil, especialmente en un año que no hay mundial. Hay que mirar con detenimiento para encontrar aquellas cosas que alimentan el olor a justicia, con quizás el mismo efecto del Ricostilla, acrecentando un aroma perceptible a metros de distancia, igual que se identifica a Isacio en La Sabana.  

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